Dentro del sector industrial, el hidrógeno tiene un papel relevante desde hace años. Sin embargo, en 2020 empezó a experimentar un crecimiento sin precedentes que desde entonces suscita el interés no solo del propio sector, si no de instituciones gubernamentales y medios de comunicación. Múltiples factores, como la dificultad en la logística de los combustibles fósiles y la inestabilidad geopolítica, han acelerado el desarrollo de este sector y han impulsado la necesidad de crear un ecosistema autosostenible desde el punto de vista energético en regiones que tradicionalmente han sido importadores netos de energía, como es el caso de Europa.
El hidrógeno se postula como una alternativa en sí misma no contaminante, ya que se trata de un vector energético a través del cual se puede obtener calor y electricidad. Esto permite la descarbonización de sectores claves de la economía que de otra forma serían, desde un punto de vista económico, difícilmente descarbonizables.

Actualmente las industrias del refino y el amoniaco consumen más del 80% del hidrógeno producido al nivel mundial. Esto las convierte en las mayores demandantes de hidrógeno, estando China y USA como principales consumidores. De este modo, globalmente se utilizan 70 millones de toneladas de hidrógeno cada año como materia prima en algunos procesos de fabricación, como, por ejemplo, la fabricación de fertilizantes. Esta cantidad hoy en día se suministra prácticamente de forma exclusiva a partir de hidrógeno producido a partir de combustibles fósiles, o hidrógeno gris, generando alrededor de 700 millones de toneladas de CO2 que se emiten a la atmosfera.
Ante esta problemática, el hidrógeno verde se presenta como el principal candidato para reemplazar al hidrógeno gris, ya que el primero se produce mediante el proceso de electrolisis a partir de agua y fuentes de energía renovables y, por lo tanto, no genera emisiones.
Sin embargo, esto solo es el principio, puesto que la cadena de valor del hidrógeno se amplía enormemente al revisar las posibilidades de descarbonización de múltiples sectores potenciales. Así pues, se podría comenzar a emplear hidrógeno limpio para reemplazar combustibles fósiles en todo tipo en procesos industriales, como la fabricación de plásticos y aceros, la fabricación de combustibles líquidos, e incluso para la hidrogenación de grasas en la industria alimentaria.
Además, el hidrógeno verde abre la puerta a todo tipo de posibilidades más allá de la industria. Puede actuar como elemento de estabilización de la red, aprovechando excedentes de producción de energía solar o eólica, evitando paradas innecesarias de estos sistemas y, o bien acoplando el sector eléctrico con sectores que no son descarbonizables eléctricamente, o bien llevando a cabo la re-electrificación del hidrógeno a partir de turbinas o pilas de combustible. Y por supuesto, uno de los temas estrella que rodean las futuras aplicaciones del hidrógeno es su uso para el sector movilidad, alimentando al transporte de carga media.
Hace unos meses, Bill Gates definía el hidrógeno como “la navaja suiza de la descarbonización”. Son múltiples los sectores que pueden beneficiarse del hidrógeno como vector para la descarbonización y las aplicaciones, no únicamente actuales, sino potenciales, son muy elevadas, convirtiendo al hidrógeno en una importante herramienta para alcanzar nuestro objetivo de dejar atrás una economía basada en carbono.
